CHICAGO


Existen infinidad de métodos para enseñar una lengua extranjera. Seguramente los especialistas habrán incluido en algunos de sus estudios un método que yo denomino El método del cotilleo. Lo que siempre me ha llamado la atención de los textos y de los ejercicios es que no llaman a la atención. También es verdad que, aún sabiéndolo, no me he atrevido a romper estas barreras con los ejemplos para mi libro de gramática, pero digamos que ahí he conseguido romper otro tipo de barrera: la del lenguaje que se suele aplicar para hablar de los puntos gramaticales.

Me acuerdo de las clases de inglés que di como alumna y de cómo no entendía nada de las noticias de la BBC que nos ponía la profesora cada semana. Seguramente hubiese prestado más atención si la profe de vez en cuando hubiera contado algo de su vida. No me refiero a cosas demasiado personales. Podría haber sido simplemente algo sobre sus viajes a los países de habla inglesa o sobre sus libros favoritos.

Este tipo de cotilleos fueron la razón por la que continué yendo a las clases de español que impartía una profesora ucraniana. En una ocasión, nos contó una anécdota de su estancia en Madrid. Resulta que un lunes sus compañeros españoles le preguntaron qué tal pasó el fin de semana y ella dijo que bien, que lo pasó en casa. ¿Sabéis cuál fue la reacción de los españoles? Pobrecita. Eso es lo que le dijeron. Yo todavía me acuerdo de aquella historia y considero que dice mucho más de la cultura española que muchos de los textos que aparecen en los manuales.

Ahora, como profesora, noto enseguida cuando los alumnos ponen la oreja cuando voy a contar algo sobre mí, y cómo se distraen cuando estamos haciendo ejercicios diseñados para declinar y no para cotillear. Cuando les digo que la nacionalidad en polaco hay que escribirla con mayúscula, igual no me prestan tanta atención. Eso sí, cuando toca aprender los números y digo cuantos años tengo, os aseguro que todos están preparados para apuntarlo bien.


Yo, en este sentido, también me considero una cotilla. Me gusta pasarlo bien en clase y cuando hacemos preguntas del tipo ¿dónde vives? o ¿cuáles son tus aficiones?, también escucho poniendo atención tanto al contenido como a la corrección gramatical. Por eso, cuando hablo con los alumnos antiguos, se sorprenden de que recuerde los nombres de sus hermanos.

Por esta razón, me he animado a prepararos unos ejercicios diferentes que tienen que ver con mi último viaje. Es un texto en polaco acompañado de algunos ejercicios. El texto es mío, y los ejercicios también. Hay cosas que se podrían cambiar, pero, al ser un ejercicio piloto, antes me gustaría saber vuestra opinión. ¿Qué os ha gustado, qué no y en qué sentido se podrían mejorar?


Bienvenidos a Chicago, que, por cierto, en polaco lo escribimos Chicago pero lo leemos /Szikago/. Aquí puedes descargar el archivo. 


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